RELACION
ENTRE HIPERTENSION Y ENFERMEDAD VASCULAR EN LA DIABETES
Los sujetos
diabéticos con hipertensión tienen un mayor riesgo de
enfermedades macro y microvasculares que los diabéticos normotensos.
La diabetes es un factor de riesgo para el ictus en hombres y en mujeres.
El riesgo de morbilidad y de mortalidad por ictus es aproximadamente
doble entre los diabéticos que entre los no diabéticos.
La hipertensión
es, para la población en general, un factor de riesgo para el
ictus seis veces mayor. La suma de hipertensión y diabetes aumenta
sustancialmente el riesgo de ictus en los diabéticos.
La diabetes
es un factor de riesgo independiente de la enfermedad coronaria y este
riesgo se duplica cuando hay además hipertensión. Otros
factores de riesgo para la enfermedad coronaria incluyen dislipidemia,
obesidad y tabaquismo. La hipertensión también aumenta
la incidencia de hipertrofia del ventrículo izquierdo y fallo
cardíaco congestivo, dos patologías más frecuentes
en las personas con diabetes. Los diabéticos que tienen hipertensión
también muestran una mayor incidencia de enfermedad vascular
periférica y de amputaciones. La hipertensión acelera
la progresión de la enfermedad renal y también aumenta
el riesgo de desarrollar (o de que progrese) una retinopatía
diabética.
PATOFISIOLOGIA
DE LA HIPERTENSION EN LA DIABETES Y DIFERENCIAS ENTRE LA POBLACION DIABÉTICA
Y NO DIABETICA
Los mecanismos
fisiopatológicos subyacentes de la relación entre hipertensión
y diabetes no están claramente dilucidados y probablemente implican
una compleja serie de interacciones entre factores heredados que predisponen
al desarrollo de una presión arterial elevada y las anormalidades
metabólicas de la diabetes.
Muchos
factores contribuyen a la génesis y mantenimiento de la presión
arterial elevada en la diabetes. La hipertensión que se observa
en la diabetes se caracteriza por un volumen de plasma expandido, una
elevada resistencia vascular periférica, una baja actividad de
la renina plasmática y otras anomalías del sistema renina-angiotensina.
Muchas
líneas de evidencia experimental y clínica indican que
la hipertensión en la diabetes es dependiente del volumen:
- En
primer lugar, la hiperglucemia aumenta la osmolalidad de los fluídos
extracelulares y este aumento volumétrico del plasma ha sido
demostrado tanto en animales como en sujetos diabéticos. Estos
datos también explicarían porqué la reducción
de la glucemia a niveles casi normales lleva consigo una reducción
de la hipertensión
- En
segundo lugar, el sodio intercambiable está a menudo aumentado
en pacientes con diabetes y algunos sujetos diabéticos muestran
un aumento exagerado de la presión aterial con una dieta rica
en sodio. Sin embargo la relación entre el sodio intercambiable
aumentado y el mantenimiento de hipertensión no está
claro, dado que este aumento también se dá entre diabéticos
normotensos. La insuficiencia renal deteriora la capacidad para eliminar
agua y solutos, perpetuando la expansión de volumen inducida
por la hiperglucemia y/o el exceso de sodio
- Finalmente,
también pueden contribuir a este exceso de volumen alteraciones
en la secreción de hormonas que regulan el balance de sodio
(por ej.. el péptico natriurético auricular, las prostaglandinas).
La contribución
del sistema renina-angiotensina-aldosterona en la hipertensión
en la diabetes ha sido también extensamente estudiada. Se cree
que la hipertensión baja en renina surge de varios factores diferentes
entre los que se incluyen:
1) un
aumento de volumen extracelular
2) una
síntesis o liberación deterioradas de la renina de las
células juxtaglomerulares o
3) un
deterioro de la ruptura de la prorenina a renina.
También
pueden contribuir a la presión arterial elevada de los diabéticos,
la sensibilidad alterada a algunas hormonas presoras como la norepinefrina
o la angiotensina II, o a hormonas vasodepresoras como la bradikinina.
Esta anomalías pueden ser secundarias a una alteración
del volumen, a la presencia de hiperglucemia (o de otras anomalías
metabólicas) o a una disfunción del sistema nervioso autónomo.
Se ha
prestado una considerable atención al papel de la resistencia
a la insulina y de la hiperinsulinemia en la patogénesis de la
hipertensión en la diabetes. Hay al menos, dos mecanismos posibles
en los cuales la insulina puede mediar el aumento de la presión
arterial:
- En
primer lugar, la insulina estimula la retención renal de sodio
que, a su vez, predispone a un aumento de volumen. En animales de
experimentación y en voluntarios sanos, la infusión
de insulina estimula la reabsorción de sodio por los riñones.
Los niveles de insulina circulante están frecuentemente aumentados
durante todo el día en la diabetes tipo 2 debido a la resistencia
insulínica y estos niveles de insulina persistentemente elevados
pueden jugar un papel en la iniciación y el mantenimiento del
sodio total en el organismo.
- En
segundo término, la administración de insulina con el
subsiguiente estímulo del metabolismo de los carbohidratos
conduce a una activación del sistema nervioso simpático
con un aumento de los niveles circulantes de norepinefrina, que pueden
ocasionar vasoconstricción. Además, la susceptibilidad
a las catecolaminas puede estar exacerbada en la diabetes.
Los efectos
combinados de una expansión en el volumen y de una vasoconstricción
son de esperar que produzcan un aumento de la presión arterial
sistémica.
La insulina
también estimula la actividad de un cierto número de sistemas
de transporte iónico, en particular el sistema Na+-K+-ATPasa
y su opuesto. Estos efectos pueden cambiar la distribución de
iones a través de la membrana vascular lisa (alterando de esta
forma la sensibilidad de los estímulos vasoactivos) o pueden
aumentar la absorción de sodio u otros cationes por las células
de los túbulos renales.
Hay que
hacer constar, que la asociación entre resistencia a la insulina
e hipertensión no implica necesariamente que es la hiperinsulinemia
la causa de la presión arterial elevada. Por ejemplo, un aumento
primario de la actividad del sistema nervioso simpático puede
causar hipertensión e inducir resistencia a la insulina. Un aumento
de calcio intracelular, un aumento del tono vascular, una disminución
de la densidad capilar en los músculos u otros factores hemodinámicos
pueden también contribuir tanto a un aumento de la presión
arterial como a defectos en la homeostasis de la glucosa.
Clasificación
de la presión arterial en adultos de más de 18 años
de edad
Categoria
|
Presión
arterial sistólica
(mmHg)
|
Presión
arterial diastólica
(mmHg)
|
Normal
Normal alta
Hipertensión
Estadio 1 (ligera)
Estadio 2 (moderada)
Estadio 3 (severa)
Estadio 4 (muy severa)
|
<130
130-139
140-159
160-179
180-209
> 210
|
<85
85-89
90-99
100-109
110-119
> 120
|
Adaptada de JNC-V (1).
*Adultos
sin tratamiento antihipertensivo y sin enfermedad. Cuando las
presiones arteriales sístólica o diastólica
caen en otra categoría, se debe seleccionar la más
alta. Por ejemplo, 160/102 mmHg se debe clasificar como estadío
2, y 180/120 mmHg como estadío 4. Se define como hipertensión
sistólica aislada aquella > 140 mmHg siendo
al diastólica <90 mmHg clasificandola adecuacuadamente
(170/85 mmHg se define como hipertensión sistólica
aislada de grado 2). Además de clasificar los grados
de presión arterial a partir de los valores medios de
la presión, el clínico debe especificar la presencia
o ausencia de enfermedades de órganos diana y factores
de riesgo adicionales. Por ejemplo, un diabético con
una presión arterial de 142/94 mmHg, más hipertrofia
del ventrículo izquierdo se debe clasificar como con
hipertensión de grado 1 con enfermedad de un órgano
diana (hipertrofia del ventrículo izquierdo) mas otro
factor de riesgo (diabetes)
La presión arterial óptima en lo que refiere al
riesgo cardiovascular es <120 mmHg para la sistólica
y <80 mmHg para la diastólica. Valores más
bajos deben ser evaluados para determinar su significancia clínica.
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Además
de clasificar los estadios de la hipertensión sobre la base de
los valores medios de la presión arterial, el clínico
debe también especificar la presencia o ausencia de alguna enfermedad
sobre un órgano diana y de otros factores de riesgo. Por ejemplo,
un paciente con una presión arterial de 142/94 mmHg más
hipertrofia del ventrículo izquierdo, deberá ser clasificado
como con hipertensión de estadio I mas una enfermedad sobre un
órgano diana (en este caso hipertrofia ventricular) con un factor
de riesgo añadido (diabetes)
Esta especificad
es importante para clasificar y tratar los riesgos. La presión
arterial óptima en lo que se refiere al riesgo cardiovascular
es de <120 mmHg para la sistólica y de <80 mmHg para la diastólica.
Sin embargo, lecturas unusualmente bajas debe ser también evaluadas
para determinar su significancia clínica.
A pesar
de la evidencia creciente de que la hiperinsulinemia puede jugar un
importante papel en la génesis y mantenimiento de la hipertensión,
existen otros factores claramente operativos. Más de un tercio
de los pacientes diabéticos tipo 2 permanecen normotensos pese
a mostrar hiperinsulinemia y resistencia insulínica a lo largo
de toda la vida. Más aún, cuando la insulina se administra
de forma aguda, produce vasodilatación y una pequeña reducción
de la presión arterial. Esta aparente paradoja se puede explicar
mediante varios mecanismos: por ejemplo, la capacidad de la resistencia
insulínica (u otros desórdenes metabólicos que
caracterizan la diabetes) para ocasionar hipertensión puede ocurrir
tan solo en pacientes que tengan otros factores de riesgo genéticos
para la hipertensión (por ej. una historia familiar o un sistema
de contratransporte Na+-Li+ aumentado. Alternativamente, es posible
que algunos pacientes tengan exacerbada la respuesta a la capacidad
de la insulina para activar el sistema nervioso simpático o a
promover la retención de sodio, o que algunos pacintes tengan
una resistencia congénita a los efectos vasodilatadores de la
insulina
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