GENERALIDADES
Epidemiología
y diagnóstico de la esclerosis múltiple.
La esclerosis
múltiple es un desorden crónico recurrente e inflamatorio del sistema
nervioso central. La enfermedad produce lesiones en las vainas de mielina,
las oligodendritas y en menor extensión en los axones y las células
nerviosas mismas. Las mujeres son afectadas más frecuentemente que los
hombres. La enfermedad se hace clínicamente aparente entre los 20 y
los 40 años aunque puede comenzar más tarde o más temprano. En el Canadá,
en Europa y en los Estados Unidos la prevalencia oscila entre los 100
y 200 la casos por 100.000.
Se desconoce
la etiología de la esclerosis múltiple aunque que muy probablemente
están implicados mecanismos autoinmunes, bien de forma primaria o secundaria.
Muchos autores están a favor de unas causas primarias debidas a la autoinmunidad.
La esclerosis
múltiple se caracteriza patológicamente por parches de desmielinización
que se encuentran en múltiples focos dentro de la materia blanca del
cerebro. La materia blanca se encuentra relativamente libre, al igual
que los axones nerviosos, aunque recientes estudios han puesto de manifiesto
una cierta importancia de las lesiones de los axones. Existe una considerable
evidencia que indica que las células T autoreactivas proliferan, cruzan
la barrera hematoencefálica y entran en el sistema nervioso central
bajo la influencia de moléculas de adhesión celular y de citocinas proinflamatorias.
Adicionalmente otras células mononucleares (como los macrófagos y en
menor extensión las células B) también están presentes en las lesiones
observadas en la esclerosis múltiple. Por el contrario, la evidencia
histológica de una inflamación activa es mucho menos segura y las lesiones
se caracterizan por gliosis y por un grado variable de pérdida axonal.
Los síntomas
de la esclerosis múltiples varían dependiendo en gran medida de la localización
de las placas dentro del sistema nervioso central. Los síntomas más
frecuentes incluyen alteraciones sensoriales de los miembros, disfunción
del nervio óptico, disfunción del tracto piramidal, disfunción de la
vejiga o del intestino, disfunción sexual, ataxia y diplopía.
Se han
definido cuatro cursos clínicos diferentes de la esclerosis múltiple.
El primero, las esclerosis de brotes y recaídas con recaídas y remisiones
supone aproximadamente el 85 al 90% de los casos iniciales de esclerosis
múltiple. Estos ataques se desarrollan de forma aguda evolucionando
a lo largo de días o semanas. En las siguientes semanas, los pacientes
experimentan una recuperación que, a veces pero no siempre, es completa.
Entre ataques, el paciente es neurológica y sintomáticamente estable.
El segundo
curso clínico, esclerosis múltiple secundaria progresiva, comienza como
la esclerosis de brotes y recaídas pero el número de ataques se reduce
y el curso se caracteriza por un deterioro continuo de las funciones
independiente de los posibles ataques. Este tipo de esclerosis múltiple,
que acaba por desarrollarse en el 80% de los pacientes con esclerosis
múltiple de brotes y recaídas, es la causa del mayor grado de discapacidad
neurológica. Los estudios longitudinales basados en la población han
demostrado que el 50% de los pacientes necesitan asistencia en la ambulación
después de quince años y que más del 80% de los pacientes con este tipo
de esclerosis múltiple llega a este grado de discapacidad después de
treinta años. Incluso entre los pacientes que han experimentado poca
discapacidad en los primeros diez años de enfermedad, se desarrolla
posteriormente una discapacidad significativa.
El curso
clínico para un paciente individual es difícil de predecir. Los pacientes
varones, los pacientes con síntomas motores o cerebelosos tempranos,
los pacientes con ataques frecuentes, los pacientes con deficiencias
residuales después de cada ataque, los pacientes con mayores lesiones
observadas en las imágenes de resonancia y los pacientes con discapacidad
moderada después de cinco años de enfermedad parecen tener una mayor
probabilidad de llegar a una discapacidad total que los pacientes sin
estos factores de riesgo.
El tercer
tipo clínico, la esclerosis primaria progresiva, representa sólo el
10% de los casos. En la esclerosis primaria progresiva, los pacientes
experimentan un declive constante en sus funciones desde el comienzo
y nunca padecen ataques agudos. Estos pacientes se distribuyen entre
ambos sexos, el comienzo de la de enfermedad es más tardío y tienen
una peor prognosis en lo que se refiere a la discapacidad en comparación
con los pacientes con esclerosis múltiple de brotes y recaídas.
El cuarto
tipo, la esclerosis múltiple progresiva con recaídas, también comienza
con un curso progresivo aunque estos pacientes experimentan ataques
ocasionales que se superponen al curso progresivo de la enfermedad.
Algunos
pacientes con esclerosis múltiple de brotes y recaídas padecen una enfermedad
benigna y nunca desarrollan una marcada discapacidad. Este hecho debe
de ser considerado cuando se contemplan las opciones de tratamiento
para los pacientes individuales. Más aún, es posible que la mala prognosis
a largo plazo de la esclerosis múltiples pueda estar considerablemente
sobrestimada. Por ejemplo en los pacientes con ataques de neuritis óptica
(una condición íntimamente relacionada con la esclerosis múltiple, con
determinantes genéticos similares) el índice de conversión a una esclerosis
múltiple clínicamente definida es sólo del 64% después de 40 años. Si
esta a observación es correcta, puede ser que la forma benigna de la
esclerosis múltiple sea mucho más prevalente de lo que actualmente se
cree.
Sin embargo,
en pacientes con algún síndrome clínicamente aislado, algunos resultados
de laboratorio tales como anormalidades cerebrales en la resonancia
magnética, la presencia de bandas oligoclonales en el líquido cefalorraquídeo
o anormalidades en las pruebas de potenciales evocados, aumentan significativamente
la probabilidad de que se desarrolle en el futuro la esclerosis múltiple,
siendo posible utilizar los resultados de estas investigaciones para
seleccionar los pacientes más adecuados para una intervención terapeútica.
Por ejemplo, más del 50% de los pacientes con enfermedad monosintomática
mostrará anormalidades en la resonancia magnética consistentes con la
esclerosis múltiple y, de estos, el 80% desarrollará una esclerosis
múltiple clínicamente definida en los próximos diez años. Por el contrario,
en ausencia de tales anormalidades en la resonancia, el riesgo de desarrollar
esclerosis múltiple clínicamente definida es menos del 20%.
En 1982,
una reunión internacional sobre el diagnóstico de la esclerosis múltiple
desarrolló los criterios de diagnóstico utilizados actualmente. Según
estos criterios, la información clínica conjuntamente con los resultados
de los potenciales evocados, los hallazgos en la resonancia y en los
análisis del líquido cefalorraquídeo deben de incorporarse al algoritmo
de diagnóstico. Por ejemplo, con la utilización de la evidencia de una
lesión secundaria (procedente de la resonancia o de los estudios de
potenciales evocados) estos criterios permiten un diagnóstico de esclerosis
múltiple secundaria progresiva clínicamente definida en pacientes con
un curso en el que hay recaídas pero en el que sólo hay evidencia clínica
de una lesión única.
El diagnóstico
de esclerosis múltiple secundaria progresiva clínicamente definida puede
sin embargo ser conseguido sin estudios adicionales en aquellos pacientes
que tengan un curso con remisiones y recaídas y en el que exista evidencia
de la enfermedad en más de una localización del sistema nervioso central
al hacer el examen neurológico.
La evaluación
del líquido cefalorraquídeo puede demostrar la producción local de gammaglobulina
(IgG), observándose igualmente pleocitosis durante un ataque agudo.
Esta producción local de IgG se refleja por un aumento porcentual de
la misma en el líquido cefalorraquídeo en comparación con el suero (expresada
como índice IgG), o por la presencia de bandas oligoclonales de IgG
en la electroforesis de líquido cefalorraquídeo. Las pruebas con potenciales
evocados pueden demostrar alteraciones funcionales en las vías aferentes
de que no son evidentes en los exámenes clínicos, estableciendo de esta
forma la presencia multifocal de la enfermedad.
La resonancia
magnética es capaz de identificar áreas de desmielinización o inflamación
dentro del sistema nervioso central que son clínicamente silenciosas.
Recientemente una conferencia de consenso internacional que tuvo lugar
en Londres convino en revisar la actual clasificación de los esquemas
de diagnóstico para incorporar al algoritmo los nuevos conocimientos
conseguidos en la resonancia magnética en la esclerosis. El nuevo esquema
de diagnóstico, sin embargo, es mucho más restrictivo que el anterior
en lo que se refiere a los datos de resonancia, y se desconoce cual
será el grado de aceptación.
Evaluación
de los resultados en los estudios clínicos realizados en la esclerosis
múltiple.
La evaluación
de la eficacia relativa de los diferentes tratamientos requiere la consideración
de cual de las medidas de los resultados es relevante para los objetivos
de tratamiento. El objetivo terapéutico más importante de cualquier
tratamiento de la esclerosis múltiples es obviamente el prevenir o posponer
la discapacidad a largo plazo. Sin embargo la discapacidad en la esclerosis
múltiple evoluciona lentamente a lo largo de muchos años. Por el contrario
los estudios clínicos en pacientes sólo tienen una duración de dos a
tres años, y por lo tanto la eficacia sólo se evalúa sobre los resultados
a corto sobre algunos parámetros. Por lo tanto, es de crucial importancia,
el validar cualquier resultado a corto plazo con el resultado final
en el paciente muchos años más tarde. Desgraciadamente, prácticamente
no existen datos sobre este tipo de correlación.
Como
resultado, la mayor parte de los estudios clínicos han utilizado una
combinación de mediciones a corto término para establecer si un tratamiento
reduce la actividad biológica de la esclerosis múltiple. En tales circunstancias
probablemente lo mejor sea utilizar una combinación que incluya datos
tanto clínicos como de resonancia magnética.
Los datos
clínicos son evidentemente importantes para el paciente, pero están
también sujetos a errores dependientes del observador si el estudio
no es ciego, así como a un cierto sesgo. Las medidas de la resonancia
magnética nuclear, por el contrario, son medidas objetivas de muchos
aspectos de las patologías de la esclerosis múltiple. Sin embargo, aunque
efectivas, estas medidas no son perfectas y pueden estar influenciadas
por diferencias en la técnica. No obstante, estas medidas no son susceptibles
a los mismos tipos de errores que las medidas clínicas y pueden ser
utilizadas para suministrar un apoyo objetivo a un resultado clínico
que sea de gran interés.
Por ejemplo,
recientes estudios clínicos han utilizado datos de la resonancia magnética
de la actividad de la enfermedad (nuevas lesiones, agravamiento de las
lesiones, lesiones activas combinadas), para a apoyar las resultados
terapéuticos relacionados con el índice clínico de crisis. De igual
forma los datos de resonancia de la severidad de la enfermedad tales
como el volumen total en T2 (y en un futuro datos sobre la atrofia cerebral,
el N-acetilaspartato total del cerebro, o los agujeros negros en T1)
han sido utilizados para apoyar la existencia de beneficios terapéuticos
en lo que se refiere a medidas de la severidad de la enfermedad tales
como la progresión de la discapacidad.
La valoración
de la discapacidad es claramente una parte crítica del diseño de un
estudio clínico. La escala expandida de estado de discapacidad (EDSS)
ha sido la escala más empleada con este fin y ha sido la más utilizada
en todos los estudios recientemente publicados. Desgraciadamente esta
escala es bastante complicada de puntuar y, para discapacidades menores,
es bastante subjetiva y tiene poca fiabilidad. Más aún, no es una escala
lineal en lo que se refiere al nivel de funcionalidad. Por ejemplo,
un cambio de 1 punto en la EDSS en la parte baja de la misma refleja
un cambio trivial de la funcionalidad, mientras que un cambio similar
hacia centro de la misma refleja un aumento sustancial de la discapacidad.
Algunos
estudios clínicos recientes han intentado hacer la escala más fiable
midiendo el llamado "cambio confirmado de 1 punto en la escala EDSS"
(es decir un cambio de 1 o más puntos durante dos evaluaciones consecutivas
realizadas a intervalos de tres a seis meses). Otros, excluyendo las
determinaciones realizadas durante recaídas agudas, han utilizado el
cambio de 1,5 puntos no confirmados en la escala EDSS para definir un
fallo del tratamiento. Incluso otros han utilizado cambios de 1 punto
o más desde el estado basal (sin confirmar) al final del ensayo para
representar un fracaso categórico del tratamiento.
Sin embargo,
todos estos métodos fallan por las deficiencias propias de la escala.
Por ejemplo, la utilización cualquier cambio de la escala (ya sea confirmado
o no), no tiene en cuenta la ausencia de linearidad de la misma. También
hay que observar que los métodos de análisis de supervivencia presuponen
el que cualquier paciente cuyo tratamiento falla no puede recuperarse.
Y lo que es todavía más importante, cuando analizaron los resultados
de dos recientes estudios clínicos controlados por placebo, los autores
encontraron que en los pacientes con progresión confirmada por uno o
dos puntos de la escala, mantenidos durante seis meses, aproximadamente
el 50% de los mismos mejoraba hacia su nivel funcionalidad inicial y
revertían a un estado no progresivo. Está claro que tales hallazgos
ponen en tela de juicio la validez de una progresión confirmada como
medida de una discapacidad fija.
Este hallazgo
también pone en tela de juicio otras medidas clínicas de discapacidad,
particularmente aquellas cuyos resultados son medidos puntualmente en
el tiempo (es decir medidas sin confirmar), que pueden estar sustancialmente
contaminadas por las fluctuaciones a corto y largo plazo en la funcionalidad
que son características de esta enfermedad.
Un método
que ha sido propuesto para incluir más datos es el calcular la llamada
área bajo la curva o la EDSS integrada. De hecho, cuando las determinaciones
de la escala son espaciadas uniformemente, el método de la escala integrada
reduce a una simple media aritmética los puntos registrados en la DSSS.
También atribuye el mismo peso a las puntuaciones obtenidas poco después
de iniciarse el tratamiento (cuando se esperan pequeñas diferencias
entre grupos) y a las puntuaciones al final del ensayo (cuando probablemente
de las diferencias entre grupos serán máximas) La conclusión final de
estas consideraciones es la necesidad de un sistema de medición más
válido para determinar la progresión de la discapacidad clínica.
Han sido
propuestas otras escalas alternativas como la escala de neurológica
de Scripps o el índice ambulatorio. Sin embargo, las puntuaciones de
estas otras escalas están muy correlacionadas con las de la EDSS, y
por lo tanto aportan pocas ventajas. Otra dificultad con cada una de
estas escalas es que evalúan sobre todo la discapacidad física del paciente
y no su función mental aunque se sabe que una disfunción cognitiva es
común a los pacientes con esclerosis múltiple
Como
respuesta a todos estos problemas un grupo de la Sociedad Nacional de
Esclerosis Múltiple desarrolló una Escala Funcional Compuestas para
la esclerosis múltiple " Multiple Sclerosis Functional Composite " (MSFC)
con la idea de sustituir la EDSS. Esta escala mide la discapacidad a
partir de los llamados puntos z en un test de ambulación cronometrada
de 25 pies, de un test de audición pulsada (PASAT) y del test de las
clavijas con nueve agujeros. De esta manera la escala MSFC añade un
mayor peso a la función mental que otras escalas y es posible que demuestre
ser una herramienta importante en los estudios clínicos.
Sin embargo,
la elevada correlación de la MSFC con la EDSS, la notable variabilidad
en la desviación estándar en los puntos de un componente (por ejemplo
en la ambulación cronometrada, o en el PASAT, etc.) y la dificultad
de definir un cambio confirmado con cualquiera de estas mediciones,
deja en pie la pregunta de cuanta mejoría representa un cambio en esta
escala. Además, sería desconcertante si un estudio clínico en particular
mostrara que el efecto del tratamiento observado utilizando la MSFC
(o cualquier otra escala compuesta) fuera debido exclusivamente a un
único componentes de la escala, como por ejemplo el test de los nueve
agujeros. En estas circunstancias la validez de los datos obtenidos
con cualquier escala compuesta sería incierta hasta que el cambio en
dichos componentes por sí mismo demostrara estar correlacionado con
el resultado funcional a largo plazo. No obstante la MSFC está relativamente
poco o probada y su utilidad clínica está por determinar.
Como
resultado de las dificultades en las medición de la discapacidad, muchos
autores han preferido utilizar el número de ataques como resultado primario
de los estudios clínicos. Este abordaje es atractivo por varias razones:
- Primero,
el número de ataques parece medir unos aspectos clínicos relevantes
de la enfermedad. Más aún, cuando se utiliza conjuntamente con las
medidas de la actividad de la lesión por resonancia magnética, aporta
un estimado de la actividad biológica de la enfermedad.
- Segundo,
es un razonable objetivo clínico, especialmente en aquellos casos
en que se eliminan pequeñas fluctuaciones de la funcionalidad para
la definición de un ataque
- Tercero,
los pacientes experimentan normalmente varios ataques durante el transcurso
de un estudio clínico de tal manera que el poder de estadístico para
detectar diferencias entre grupos con este parámetro es generalmente
adecuado.
- Cuarto,
y quizás el más importante, el número de ataques clínicos puede ser
confirmado por datos de resonancia magnética (nuevas lesiones, empeoramiento
de las lesiones, lesiones combinadas activas) con lo que revela mucho
mejor la actividad de la enfermedad en comparación con la contrapartida
clínica. De esta manera los estudios por resonancia magnética suministran
un poder estadístico mucho mejor para detectar diferencias entre grupos.
La principal
desventaja de utilizar como parámetro de evaluación el número de ataques,
es la incertidumbre sobre la correlación entre el número de ataques
y la discapacidad a largo plazo. Así, un reciente estudio ha sugerido
que la reducción del número de ataques a corto plazo puede no ir asociada
a un retraso de la discapacidad final de la EM. Desgraciadamente sin
embargo, este estudio no consiguió ni siquiera encontrar una relación
entre el número de ataques tempranos y la subsiguiente discapacidad
en la esclerosis múltiple de brotes y recaídas. Más aún, como se ha
indicado anteriormente, otros estudios basados en la población, así
como el análisis de bases de datos muy grandes procedentes de estudios
clínicos recientes, han mostrado una relación entre el número de ataques
clínicos tempranos y el desarrollo de una subsiguiente discapacidad.
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