Tópicos en hipertensión
¿TRATAR O NO TRATAR? La evidencia más actual demuestra que los riesgos de la hipertensión moderada no son tan evidentes como para justificar un tratamiento, en particular si el mismo ocasiona efectos secundarios. En efecto, en casi todos los ensayos clínicos publicados, entre el 20 y el 40% de los enfermos experimenta algún tipo de efecto secundario que, si bien rara vez son tan graves como para afectar la vida del enfermo, sí que afectan de forma sustancial su calidad de vida [4-4]. Por estos motivos, es objeto de reconsideración cual es el límite por encima del cual es necesario un tratamiento activo. Parece claro que enfermos con una presión diastólica por encima de 105 mm de Hg deben de ser convenientemente tratados. Aún así, la persistencia del tratamiento debe ser bien evaluada ya que el ensayo ANPB demostró que un 11% de enfermos que padecían presiones entre 109 y 105 mm de Hg al inicio del tratamiento con placebo disminuyeron su presión en los primeros meses, manteniéndola controlada por debajo de los 90 mm de Hg durante los 4 años siguientes (figura 4.6). Por lo tanto, a menos de que existan evidencias claras de lesiones orgánicas progresivas o de que la presión arterial sea tan elevada que represente un peligro inmediato, debe permitirse a los enfermos que manifiesten una reducción espontánea de su hipertensión al menos durante un período de 2 a 3 meses. Durante este tiempo, la presión arterial debe ser cuidadosamente controlada y, si esta aumenta, como ocurrió en un 10-15% de los enfermos tratados con placebo en los estudios clínicos controlados, debe instaurarse inmediatamente un tratamiento adecuado. La monitorización de la presión arterial puede hacerse en casa, aunque algunos enfermos pueden requerir una monitorización ambulatoria de 24 h. Este último método produce resultados más exactos que la toma múltiple de la presión a lo largo del día. Durante este período inicial de evaluación, pueden instaurarse tratamientos no farmacológicos que ayuden a la reducción de la hipertensión. La reducción de la obesidad, una dieta adecuada, un ejercicio moderado son, todos ellos, factores que no solamente pueden reducir la presión arterial elevada sino que también pueden reducir el riesgo de un accidente cardiovascular. |