RECOMENDACIONES
DE TRATAMIENTO
La reducción
de la presión arterial elevada reducirá la progresión de la hipertensión
y, probablemente el riesgo de hemorragias cerebrales y las lesiones
orgánicas a nivel cardiovascular y renal. El tratamiento farmacológico
está desde luego indicado en todos los enfermos con una presión diastólica
persistentemente por encima de los 100 mg de Hg, en muchos enfermos
con presiones de más de 95 mm de Hg y en algunos enfermos con más de
90 mm de Hg (figura 4.7)
Hay que
tener en cuenta que los riesgos asociados a la presión sistólica elevada
son igualmente importantes que los debidos a la diastólica. La mayor
parte de los estudios clínicos han considerado sólo esta última, de
forma que existe menos evidencia de cuando la elevación de la sistólica
es la que debe obligar a instaurar un tratamiento. Esto es particularmente
cierto en los sujetos de la tercera edad con una hipertensión predominantemente
sistólica.
Los resultados
del estudio SHEP (Systolic Hypertension in the Elderly Program) sugieren
que deben instaurarse tratamientos con dosis bajas de diuréticos y beta-bloqueantes
para reducir la presión sistólica. En general, presiones sistólicas
de 170 mm de Hg en cualquier sujeto son mandatarias para la instauración
de un tratamiento, que de ser adecuado, reduce significativamente la
incidencias de hemorragias cerebrales aunque no tanto la de la enfermedad
coronaria (figura 4.8)
Los beneficios
de tratar enfermos con una presión diastólica superior a 100 mm de Hg
han sido demostrados inequívocamente los estudios clínicos retrospectivos.
Los beneficios de tratar enfermos con una presión diastólica superior
a los 95 mm de Hg son menos seguros, pero sí mantienen un cierto grado
de probabilidad según se desprende de las curvas obtenidas en el estudio
IPPPSH en las que se observó una disminución de los accidentes cardiacos
y cerebrovasculares cuando la presión arterial fué reducida desde 110
mm de Hg hasta 95 mm de Hg o menos. Los estudios MRC y ANPB también
mostraron resultados similares. La conveniencia de tratar enfermos con
una presión diastólica entre 90 y 95 mm de Hg, enfermos que constituyen
el 40% de la población hipertensa, ha sido y sigue siendo objeto de
controversias. Varios factores intervienen en esta discusión:
- Muchos
de los enfermos que muestran estos niveles no son, de hecho hipertensos,
como lo demuestra el hecho de que entre un tercio y la mitad de los
mismos muestran unos valores persistentemente normales después de
4 a 6 meses con placebo.
- Incluso
en los sujetos con esta pequeña elevación de la presión arterial convenientemente
registrada, los riesgos de accidentes vasculares son tan reducidos
que los estudios clínicos realizados, a pesar del elevado número de
enfermos y de su larga duración no han mostrado claras ventajas de
un tratamiento.
- Más
aún, en los estudios MFFIT y HDPF con unos tratamientos bastante intensos,
se demostró que los accidentes coronarios eran superiores en los enfermos
tratados que en los enfermos no tratados. Resultados parecidos se
han observado en el estudio del GHC [4-5], al menos cuando el tratamiento
estuvo basado en antagonistas del calcio.
Sobre
la base de los datos disponibles, la posición adoptada por la Organización
Mundial de la Salud y la Sociedad Internacional de Hipertension (WHO/ISH)
parece bastante adecuada (figura 4.9). Establece un período de observación
de 3 meses con medidas no farmacológicas después de los cuales:
- Grupo
I: los enfermos con presión arterial diastólica entre 90-95 mm de
Hg y sistólica entre 140-160 mm de Hg deberán ser mantenidos tres
meses adicionales bajo observación con medidas no farmacológicas.
- Grupo
II: los enfermos con valores 95-100 mm de Hg de diastólica y 160-180
mm de Hg de diastólica con factores de riesgo deberán ser considerados
para iniciar un tratamiento farmacológico además de reforzar las medidas
no-farmacologicas.
- Grupo
III: los enfermos con más de 100 mm de Hg diastólica o enfermos con
95-100 diastólica/160-180 mm de Hg sistólica deberán ser tratados
con fármacos Después de un segundo período de tres meses:
- 1.
los enfermos de este grupo, sin factores de riesgo adicionales
continuarán sin tratamiento farmacológico, con medidas exclusivamente
no farmacológicas.
- 2.
los enfermos con presión arterial diastólica 90-95 mm de Hg/sistólica
140-160 mm de Hg con algún factor de riesgo podrán ser considerados
candidatos a un tratamiento farmacológico.
-
3. los enfermos con valores 95-100 mm de Hg diastólica/160-180
mm de Hg sistólica con o sin factores de riesgo deberán ser tratados.
- Los
enfermos con riesgos coronarios evidentes deberán ser tratados
con mayor prontitud y en enfermos, como los diabéticos con evidencia
de glomerulosclerosis en los que una hipertensión no tratada desencadenará
sin duda alguna un empeoramiento del proceso.
PRINCIPIOS
GENERALES
La complejidad
de los factores implicados en el control de la presión arterial hace
que no sea siempre fácil el establecimiento de un tratamiento racional
de la hipertensión. El número de enfermos tratados hoy día de forma
continua de hipertensión representa, con mucho el mayor número de enfermos
jamás tratado en la historia. Dado que muchos de estos enfermos tienen
una hipertensión moderada y asintomática, es pertinente establecer una
racionalización de estos masivos tratamientos.
Tres
factores han contribuído, en los últimos años, a esta necesidad de racionalización
- Se
ha comprobado que presiones arteriales mínimamente elevadas aumentan,
sin duda alguna, el riesgo de una enfermedad coronaria prematura.
- Estudios
clínicos controlados han demostrado que la hipertensión, la embolia
y hemorragias cerebrales y, posiblemente la insuficencia cardíaca,
pueden ser reducidas con tratamientos adecuados
- La
aparición de nuevos fármacos más fáciles de administrar El extendido
uso de los tratamientos antihipertensivos ha sido fuertemente defendido
y se le ha atribuído la reducción observada en los EE.UU desde 1968
en la mortalidad por enfermedad coronaria y hemorragias cerebrales
(figura 4-1).
Sin embargo,
recientemente se ha cuestionado la utilidad de tales tratamientos masivos
por las siguientes razones:
- la
convicción de los riesgos que implica una hipertensión relativamente
moderada no es compartida por todos. - recientes estudios clínicos
implicando más de 41.000 enfermos no han podido confirmar inequívocamente
una reducción de la mortalidad coronaria (figura 4-2) [4-1]
- los
efectos secundarios de los fármacos, en particular los que se refieren
a alteraciones a diversos parámetros bioquímicos (como la elevación
de los lípidos y la alteración de la tolerancia a la glucosa inducida
por los beta- bloqueantes o la disminución del potasio provocada por
algunos diuréticos) y algunos otros que afectan a la calidad de la
vida, como una hipotensión ortostática que puede empeorar la isquemia
coronaria [4-2]
- los
análisis costes/beneficios han mostrado que el beneficio es mucho
menor de los previsto, dado el pequeño número de enfermos que realmente
se benefician [4-3]
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