Urologia

Cálculos renales

La calculosis renal, llamada también nefrolitiasis o urolitiasis o litiasis urinaria, es una afección bastante frecuente que se presenta en los hombres con mayor frecuencia que en las mujeres. Es rara en niños y ancianos.

LOS CÁLCULOS

Los cálculos son concreciones constituidas por sales urinarias, que se depositan alrededor de un núcleo primitivo, llamado núcleo litógeno (o sea, generador del cálculo). Dicho núcleo está formado por cuerpos extraños (gérmenes, coágulos), presentes en la orina, sobre cuya superficie precipitan otras sustancias orgánicas también presentes en la orina. El aspecto de los cálculos varía según su constitución química: algunos están formados predominantemente por oxalato de calcio (*) , otros por ácido úrico o por urato cálcico, otros por fosfato cálcico o fosfato amónico magnésico (*) . Los primeros son de color oscuro, su superficie externa tiene un aspecto de mora, resultan opacos a los rayos X, y son pesados y duros. Los cálculos de fosfatos son los más ligeros, blanquecinos, de superficie lisa y bastante friables.

Los cálculos muy numerosos, pero muy pequeños, constituyen las arenillas, que se sedimentan en la orina apenas emitida, con aspecto de polvo rojizo. Al microscopio, aparecen formadas por cristales irregulares de ácido úrico o por cristales de oxalato de calcio, la arenilla oxálica.

Los cálculos se forman porque en ocasiones la orina contiene sales urinarias que se encuentran en solución sobresaturada y se mantienen en estado de solución, gracias a la presencia de ciertas sustancias orgánicas llamadas coloides protectores. Estos coloides podrían ser la albúmina, algunos derivados de los ácidos nucleicos y el ácido condroitinsulfúrico. Sin embargo, las soluciones sobresaturadas son inestables y cualquier pequeña alteración ocasiona la precipitación de estos coloides, alrededor de los cuales se van formando capas (*) de las sales antes descritas. El aumento de la concentración de sales en la orina se puede deber a muchos factores: dieta inadecuada, ingestión insuficiente de agua, infecciones urinaria, estasis urinaria e hiperparatiroidismo.

Los cálculos pueden formarse y permanecer en un cáliz renal o, más frecuentemente, en la pelvis renal; pero no son muy raros los cálculos que se forman también en el parénquima renal (*). Con el paso del tiempo, las concreciones tienden a hacerse cada vez más grandes, o se forman otras; con el aumento progresivo de volumen, el cálculo acaba por llenar el cáliz o la pelvis (*) . Si el cálculo es muy pequeño puede suceder que sea expulsado a la vejiga, y desde aquí, en un segundo tiempo, al exterior con la orina (*)

SÍNTOMAS

En muchos casos los cálculos son asintomáticos. Sin embargo, si alcanza un cierto tamaño puede ocasionar un dolor continuo en la región lumbar, que puede tener períodos de remisión y otros de exarcerbación, estos últimos coincidiendo, generalmente, con excesos físicos.

El trastorno más clásico de la calculosis renal está representado por el cólico renal. Generalmente, está relacionado con la movilización de un cálculo de la pelvis renal hacia el uréter: de ello se deriva un espasmo ureteral por irritación precisamente a nivel del cálculo, mientras que, por encima de él, se establece un estancamiento de orina con distensión de la pelvis renal. Estos hechos se traducen en el cólico renal: bruscamente, el paciente es sorprendido por un dolor muy violento, que empieza, por lo general, en la región lumbar del mismo lado donde está el cálculo y se irradia hacia delante y abajo, hasta alcanzar el muslo y los genitales externos. El dolor es agudísimo, por lo que el paciente está muy agitado, pálido, perlado de sudor, buscando una posición en que tenga la impresión de sentirse menos dolorido. El dolor no es precisamente continuo, sino que presenta ligeras disminuciones que se alternan con accesos vivísimos. Frecuentemente, hay náuseas, vómitos, cierre intestinal a las heces y a los gases. Este estado puede durar sólo algunas horas, pero puede prolongarse incluso algunos días. Luego, de pronto, el dolor cesa. bien porque el cálculo ha pasado a la vesícula, ha sido rechazado a la pelvis renal o se ha introducido en la pared del uréter, permitiendo que la orina pase sin obstáculo.

Otro síntoma de la calculosis renal es la hematuria, es decir, la presencia de sangre en la orina; por lo general, aparece con el cólico o también aisladamente, tras excesos, y se debe a las lesiones que provocan los cálculos en la mucosa de la pelvis renal o del uréter. Dicha hematuria nunca es importante y, por lo general, cesa espontáneamente con el reposo.

La importancia del estancamiento y, por lo tanto, el grado de dilatación de la pelvis renal, depende de que el cálculo obstruya total o parcialmente las otras vías excretoras renales. En caso de obstrucción completa, hay una marcada distensión de la pelvis y de los cálices renales, y este estado patológico toma el nombre de hidronefrosis (*). A consecuencia de ello, el paciente nota un dólor continuo e intenso en la región lumbar correspondiente. Pero, más a menudo, el obstáculo sólo es parcial y, en consecuencia, la orina puede fluir, aunque sea con alguna dificultad.

El estancamiento de la orina representa una circunstancia que favorece el establecimiento de una infección que afecta sobre todo a las paredes de la pelvis renal y que recibe el nombre de pielitis. Si la inflamación se extiende también al parénquima renal (es decir, al tejido renal propiamente dicho), se produce la pielonefritis (*) . Dichos fenómenos infecciosos agravan los trastomos: aparece fiebre, dolor se hace vivo y continuo, surge una marcada contracción de defensa de los músculos lumbares y la propia piel puede estar enrojecida. La palpación, en algunos puntos muy precisos, despierta un dolor muy agudo; la orina se hace turbia por estar mezclada con el pus producido por el proceso infeccioso.

Si, al mismo tiempo que se origina la infección de la pelvis renal, la obstrucción es total: entonces, el pus ya no puede fluir y, por lo tanto, se acumula en la pelvis y en los cálices renales, dilatándolos notablemente, pasando esta condición a denominarse pionefrosis, que siempre va acompañada de fiebre muy elevada y alteración del estado general del paciente

Otra complicación, aun cuando bastante rara, consiste en la rotura de un cáliz, de la pelvis renal, (*) o bien del propio uréter, causada por el mismo cálculo. Este, con su presencia, es causa de un traumatismo continuo de la pared en la que está enclavado (*) , lo que puede originar una ulceración que, haciéndose cada vez más profunda, conduce a una auténtica perforación, con el consiguiente derrame de orina en el espacio retroperitoneal.

Otras veces, los cálculos afectar a los nervios del simpático que regulan la excreción de orina produciendpse anuria, es decir, la interrupción de la excreción de orina, dejando bruscamente de funcionar ambos riñones. Este es un cuadro bastante grave que requiere una intervención médica inmediata

En las personas ancianas, afectadas desde largo tiempo de calculosis renal bilateral, no es infrecuente que la evolución de la enfermedad conduzca a la insuficiencia renal. El parénquima renal, obligado, durante mucho tiempo, a trabajar en condiciones desfavorables, cada vez sufre más y, finalmente, ya no es capaz de eliminar las sustancias tóxicas que normalmente expele con la orina. El resultado final es que el organismo acaba por intoxicarse hasta llegar a la uremia, que es la acumulación de urea en la sangre.

DIAGNÓSTICO

El diagnóstico se establece a partir de la historia clínica y del examen físico y se confirma mediante exploraciones radiológicas

Ya la radiología simple, sin medios de contraste, puede revelar la presencia de uno o más cálculos, con tal de que sean radiopacos: aparecen como imágenes redondeadas u ovales, o repiten el molde de la pelvis renal. Si los cálculos no son tan evidentes o no son radiopacos, se lleva a cabo una urografía o pielografía descendente, que consiste en inyectar por vía intravenosa un medio de contraste que se elimina por vía urinaria y realizar una serie de radiografías.

Tambien puede ser de gran ayuda la denominada pielografía ascendente. Esta consiste en introducir un pequeño catéter en el uréter, a través de la uretra, para inyectar por él una determinada cantidad de una sustancia radiopaca: luego se realizan las radiografias. Gracias a estas exploraciones, puede llegarse aun diagnóstico seguro de calculosis renal.