SÍNDROME ANTIFOSFOLIPIDO |
Definición: estado trombofílico adquirido debido a la presencia en la sangre de anticuerpos dirigidos contra el complejo protrombina-fosfolípido o factor de coagulación-fosfolípido que afectan la conversión de la primera en trombina y la activación de los segundos.
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El primer anticuerpo antifosfolípido fue descubierto en 1906 en pacientes con sífilis, aunque sólo muchos años más tarde se identificó la cardiolipina, un fosfolípido mitocondrial, como el antígeno mas importante, desarrollándose una prueba para la sífilis, todavía vigente hoy en día. Pronto se observó que muchos pacientes con lupus eritematoso daban positivo dicho test sin evidencia clínica o serológica de sífilis. En 1983 se desarrolló un inmunoensayo en fase sólida mucho más sensible para la detección de anticuerpos anticardiolipina, y pronto se encontró una fuerte correlación entre los anticuerpos asociados al lupus y la trombosis. Hacia 1990, dos grupos independientes descubrieron que algunos anticuerpos anticardiolipina necesitan de la presencia de una proteína plasmática capaz de unirse a los fosfolípidos plasmáticos denominada glicoproteína b2 I para fijarse a la cardiolipina (1, 2). Estos requerimientos son característicos de los anticuerpos de los pacientes con lupus eritematoso o con síndrome antifosfolípido, pero no de los de los pacientes con sífilis u otras infecciones. Más recientemente ha quedado demostrado que los anticuerpos anticardiolipina van dirigidos directamente contra la glicoproteína b2 I. Los anticuerpos antifosfolípido clínicamente relevantes se clasifican en tres subgrupos de acuerdo con el método analítico seguido para su detección (*):
Patogénesis Se han propuesto varias teorías para explicar los mecanismos celulares y moleculares a través de los cuales los anticuerpos antifosfolípidos provocan la trombosis:
En una reciente conferencia de consenso se han aprobado unos criterios simplificados para el diagnóstico del síndrome antifosfolípido (*) Un paciente con síndrome antifosfolípido debe cumplir al menos uno de los dos criterios clínicos y al menos uno de los dos criterios de laboratorio. El síndrome antifosfolípido se divide en varias categorías: el síndrome antifosfolípido primario ocurre en pacientes sin evidencia clínica de otras enfermedades autoinmunes, mientras que el síndrome antifosfolípido secundario ocurre asociado a otras enfermedades autoinmunes, en particular al lupus eritematoso. Muchos casos del síndrome de Sneddon, definido como tríada de ictus, livedo reticularis e hipertensión pueden representar un síndrome antifosfolípido sin diagnosticar. Aunque los anticuerpos antifosfolípidos pueden estar presentes en otras condiciones (sobre todo cáncer, infecciones y hemodiálisis) suelen ser anticuerpos IgM no asociados a episodios trombóticos. No existen grandes diferencias en las manifestaciones clínicas de los síndromes antifosfolípido primario y secundario. Virtualmente, cualquier órgano puede estar afectado (*), y la lesión dependerá de la naturaleza y tamaño de los vasos afectados y de la severidad y duración del proceso trombótico. La trombosis venosa, especialmente la trombosis profunda de las venas de las piernas es la manifestación más común y tiene lugar en el 29 al 55% de los pacientes afectados del síndrome en un período de unos 6 años (6). La mitad de estos sufren una embolia pulmonar. La trombosis arterial es menos frecuente que la venosa y las manifestaciones clínicas más frecuentes son isquemia e infarto, siendo los accidentes cerebrovasculares los más frecuentes con un 50% de los casos, seguidos de la oclusión de la coronaria (23%). Es importante observar que los episodios trombóticos asociados al síndrome antifosfolípido pueden afectar a lechos vasculares raras veces implicados en las trombosis (Tabla 5) Las trombosis que afectan arteriolas y capilares a menudo ocasionan síntomas idénticos a los del síndrome hemolítico urémico, a los de la púrpura trombocitopénica o a otras microangiopatías. Las microangiopatías
trombóticas, importantes en el síndrome antifosfolípido,
son una consecuencia de las lesiones microvasculares que no son específicas
del mismo sino que se observan histológicamente en otras enfermedades
(hipertensión maligna, púrpura trombocitopénica,
escleroderma, lesiones por radioterapia o quimioterapia, etc). |
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El síndrome antifosfolípido es uno de los varios estados protrombóticos en los que la trombosis puede afectar tanto a venas como a arterias (Tabla 4). Aunque se pueden detectar otras condiciones que predisponen al paciente a una trombosis venosa y arterial (por ejemplo trombocitopenia inducida por heparina, homocisteinemia, hiperviscosidad, etc) la única anormalidad presente en todos los pacientes con síndrome antifosfolípido primario puede ser la presencia de anticuerpos antifosfolípidos. Es importante excluir la presencia de anticuerpos lúpicos determinando anticuerpos anticardiolipina y haciendo otras pruebas que permiten su detección (tabla 2). Se deben investigar la presencia de otros factores que pueden predisponer a la trombosis tales como estasis, daño vascular, uso de medicaciones como los anticonceptivos orales, etc, ya que en ocasiones el síndrome antifosfolípido es un proceso crónico y lento en su desarrollo. La detección de estos factores de riesgo es importante ya que muchas veces la presencia de anticuerpos antifosfolípido sola es insuficiente para que ocurra una trombosis. Otras manifestaciones importantes del síndrome antifosfolípido son trombocitopenia (40 -50%), anemia hemolítica (14-23%) y livedo reticularis (11-22%). Las manifestaciones renales son invariablemente hipertensión debido a microangiopatías glomerulares (*) Desde el punto de vista histopatológico, el síndrome antifosfolípido se caracteriza por microangiopatías trombóticas, isquemia secundaria a las trombosis y émbolos arteriales procedentes de venas, arterias o del corazón similares a las observadas en otros estados trombóticos. Tampoco son diferentes las características histológicas de estas microangiopatías. Las alteraciones agudas consisten en congestión capilar trombos intracapilares de fibrina, generalmente sin inflamación. La inmunofluorescencia revela un predominio de antígenos fibrinogenos. Los cambios de tipo crónico varían entre hipoperfusión isquémica y atrofia y fibrosis debida a la cicatrización de lesiones agudas. Raras veces se observan vasculitis en el síndrome antifosfolípido primario. En el síndrome antifosfolípido secundario, la vasculitis se debe atribuir al lupus eritematoso sistémico. Aunque existe mucha confusión con respecto a la terminología a utilizar en el caso de lesiones vasculares asociadas al síndrome antifosfolípido, la enfermedad vasooclusiva asociada al mismo se debe en todos los casos a las trombosis, independientemente del tamaño de los vasos afectados. Síndrome antifosfolípido y embarazo Las mujeres con anticuerpos antifosfolípidos muestran una alta incidencia de abortos durante el período fetal (10 semanas o más de gestación) (7) También son propensas a partos prematuros asociados a un estado de hipertensión e insuficiencia uteroplacentaria. Como indica la tabla 1 los criterios de clasificación son especiales para esta población. Los problemas del embarazo asociados al síndrome antifosfolípido pueden deberse a una insuficiente perfusión de la placenta debido a trombosis localizadas o a una interferencia de los anticuerpos antifosfolípidos con la anexina V trofoblástica. Los anticuerpos antifosfolípidos también pueden interferir con la proliferación trofoblástica y la producción hormonal provocando la pérdida embrionaria y la insuficiencia placentaria. Las posibilidades de tratamiento son: profilaxis, prevención de nuevas trombosis en vasos más grandes, tratamiento de la microangiopatía trombótica y tratamiento del embarazo en presencia de anticuerpos antifosfolípidos.
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REFERENCIAS
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Monografía revisada el 23 de Junio de 2015. Equipo de Redacción de IQB |
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