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Una embolia arterial es la obstrucción rápida y brusca de una arteria por un émbolo, es decir, un fragmento de trombo que se ha producido en otro lugar y ha sido movilizado por la corriente sanguínea. En consecuencia, todo el territorio por debajo de la arteria obstruida no recibe más aporte sanguíneo y, si no se establece pronto una circulación colateral capaz de proporcionar sangre al sector afectado, el resultado es, inevitablemente, la gangrena. Inicialmente, la embolia arterial no es una enfermedad propia de las arterias; la enfermedad inicial, generalmente, es una cardiopatía o una aortopatía, es decir, un estado patológico del corazón o de la aorta. Precisamente a estos niveles es donde se forman los trombos que luego la corriente sanguínea transportará hasta la arteria. Entre las cardiopatías, la mayor responsable es la estenosis mitral. Consiste en el estrechamiento de la válvula mitral (la válvula que comunica la aurícula izquierda con el ventrículo izquierdo), estrechamiento que provoca un remolinos y estancamiento de sangre en la aurícula izquierda. Esto representa una condición favorable para la formación de trombos en la pared de la aurícula o en el interior de la aurícula izquierda o sobre las propias hojas de la válvula mitral. Otra cardiopatía que puede producir una embolia arterial es el infarto de miocardio que, si ha afectado a todo el espesor del ventrículo izquierdo, puede ser la causa de la formación de un trombo en el endocardio ventricular alterado. Las contracciones cardíacas y la corriente sanguínea movilizarán dicho trombo, arrastrándolo hacia las arterias periféricas. También los aneurismas (dilataciones permanentes de los vasos arteriales) de la aorta con trombosis endoaneurismática representan una fuente de émbolos arteriales, cuando se desprenden fragmentos de dichos trombos del interior de la cavidad aneurismática. La embolia arterial del miembro inferior El émbolo puede penetrar prácticamente por todas las vías colaterales de la aorta, de cierto calibre. Cualquiera que sea el punto de partida (aurícula izquierda, atrio izquierdo, válvula mitral, ventrículo izquierdo, aorta), el émbolo recorre las grandes arterias hasta detenerse donde se estrecha bruscamente la luz vascular. Pero, por lo general, sigue el curso de la aorta y acaba por detenerse en una arteria de los miembros inferiores. Al penetrar en la arteria de un miembro, el émbolo progresa mientras el calibre vascular lo permite; casi siempre se detiene a nivel de una bifurcación. Una vez que se ha detenido, la arteria queda completamente obstruida y la sangre no consigue superar el obstáculo. En tales condiciones, la naturaleza pone en marcha los mecanismos de compensación, como el establecimiento de una circulación colateral; esto es, la sangre puede superar el obstáculo principal siguiendo caminos secundarios y de menor importancia. En otros términos, la sangre entra en las arteriolas laterales que hay por encima de la obstrucción y, siguiendo dichas arteriolas, que se unen con otras por debajo de la propia obstrucción, puede volver a la arteria principal, rodeando así el obstáculo. Para que dicho mecanismo de compensación se efectúe por completo, es necesario que la obstrucción se establezca de modo gradual y no bruscamente. Un hecho que a menudo agrava el cuadro de la embolia arterial es la trombosis secundaria a la disminución de velocidad de la sangre; se forma tanto por encima como por debajo del émbolo, obstaculizando la creación de la circulación compensadora. También frecuentemente la condición se agrava al producirse sustancias que provocan un vasoespasmo de los vasos colaterales. Síntomas La aparición de la sintomatología es aguda; bruscamente, el paciente nota un dolor violentísimo en un miembro que rápidamente se pone pálido, frío y pierde la sensibilidad y la movilidad. La exploración de un miembro se realiza siempre observando también, simultáneamente, el opuesto, a fin de apreciar las diferencias. Al buscar el latido de las arterias del miembro afectado, se descubre que faltan las pulsaciones por debajo del segmento obstruido por el émbolo. Con el paso del tiempo, si no se establece la suficiente circulación colateral, aparecen alteraciones cutáneas a partir del extremo distal del miembro; la piel se pone cianótica, cae el vello y, si no se interviene con la terapéutica apropiada, el propio miembro, al no recibir ya sangre oxigenada, evoluciona hacia la gangrena. Diagnóstico Al diagnóstico, que debe ser precoz, se llega fácilmente, sobre todo si el enfermo es un cardiópata o padece de la aorta; para la localización del émbolo se utiliza la palpación de las arterias del miembro y de algunas pruebas de laboratorio, como la oscilometría (método de medida de la presión arterial, basado en la forma de oscilar la pared de la arteria a nivel del punto comprimido), la arteriografia (radiografia de las arterias, previa inyección de sustancias radiopacas en la luz de los vasos) o la ecografía (visualización de la obstrucción por medio de ultrasonidos). La terapéutica se basará inicialmente en el empleo de sustancias medicamentosas, de acción antiespástica y anticoagulante; las primeras, con el fin de atenuar el espasmo vascular, y las segundas, para evitar una trombosis secundaria. También se pueden emplear fármacos que mejoren la circulación colateral. Pero si, poco tiempo después, no se observase ninguna mejoría del grave síndrome isquémico (conjunto de fenómenos debidos a la disminución del flujo sanguíneo en el territorio afectado por el émbolo), no queda sino recurrir a la intervención quirúrgica. La intervención quirúrgica consiste en la embolectomía, es decir, en la extirpación del émbolo. Dos son los procedimientos de embolectomía posibles: el directo y el retrógrado. Para efectuar la primera se necesista conocer con precisión la situación del émbolo: se denuda la arteria, se la abre y se retira el émbolo, suturando a continuación el vaso. La embolectomía retrógrada implica la denudación de la arteria por encima del émbolo; a este nivel, se hace una pequeña incisión en la arteria, se introduce una sonda especial cuya extremidad inferior deberá superar el émbolo y se infla en forma de globito dicha extremidad, de modo que ocupe todo el calibre arterial. En este momento, al extraer la sonda, se elimina el émbolo. |