EL EJERCICIO FISICO EN LA DIABETES

INTRODUCCION

Durante el ejercicio, el consumo de oxígeno del organismo puede aumentar hasta 20 veces y aumentos mayores pueden producirse en algunos músculos. Para abastecerse de la energía necesaria en estas circunstancias, el músculo esquelético utiliza a ritmo creciente sus propias reservas de glucógeno y triglicéridos así como ácidos grasos producidos por la degradación de los triglicéridos del tejido adiposo y glucógeno liberado por el hígado.

Para preservar la función del sistema nervioso central, los niveles de glucosa en sangre se mantienen notablemente constantes durante el ejercicio. Rara vez se presenta hipoglucemia en los sujetos normales durante el ejercicio. Los ajustes metabólivos que mantienen la normoglucemia durante el ejercicio están en su mayoria regulados hormonalmente. Una disminución en la insulina plasmática y la presencia de glucagón en el plasma son los factores que inducen la producción de glucosa por el hígado y, durante el ejercicio prolongado, el aumento del glucagón plasmático y de las catecolaminas juega un papel fundamental.

Estas adaptaciones hormonales se pierden en su mayoría en la diabetes de tipo I, en los pacientes insulino-deficientes. En consecuencia, cuando estos sujetos tienen demasiado poca insulina en plasma debido a una dosis inadecuada, la liberación durante el ejercicio de las hormonas que contrarrestan la insulina puede incrementar los niveles, ya de por sí altos de glucosa y de cuerpos cetónicos e incluso precipitar una cetoacidosis diabética. Por el contrario, la presencia de altos niveles de insulina debidos a la administración exógena puede ateniar o prevenir la movilización de glucosa y otros sustratos inducida por el ejercicio, apareciendo hipoglucemia.

Algo parecido puede ocurrir en los pacients con diabetes de tipo II tratados con insulina o sulfonilureas; sin embargo, en estos pacientes, la hipoglucemia suele ser un problema menor durante la práctica de ejercicio. Además, en los pacientes con diabetes de tipo II, el ejercicio mejora la sensibilidad a la insulina y permite llevar más fácilmente los niveles de glucosa en sangre a sus valores normales

El propósito de este documento es actualizar y resumir nuestro conocimeinto sobre el papel del ejercicio en las diabetes de tipo I y II. Con la publicación de nuevas revisiones clínicas, cada vez parece más evidencte que el ejercicio puede ser una herramienta terapeútica valiosa, pero al igual que con cualquier otro tratamiento, sus efectos deben ser bien comprendidos (1–3). Desde un punto de vista práctico, esto significa que el equipo de tratamiento de la diabetes debe saber como analizar los riesgos y beneficios del ejercicio en un paciente determinado. Más aún, el equipo consistente en el médico, la enfermera, el dietista, el siquiatra y el paciente, debe beneficiarse de la participación de un sujeto con conocimientos de la fisiología del ejercicio. Finalmente, también se ha comprobado la importancia del papel que puede tener este equipo en educar al médico de cuidados primarios y otros profesionales implicados en la atención de un determinado paciente.